jueves, 20 de agosto de 2009

Metafora... Ríos de Agua Dulce

Ríos de agua dulce

Por: Joicie Castillo

Una bella tarde en un pueblo alejado del ruido de la ciudad, con bellos paisajes, abundantes árboles y numerosos animales, un bello pez fue sacado de su medio ambiente, por un niño que constantemente se sentaba en un muelle a las orillas del río MELINE del alejado pueblo.

El niño cada tarde se acercaba a las orilla del río a esperar que el colorido, atrevido y hermoso pez, llegará. Él, ya lo reconocía por sus enormes ojos y brillantes escamas y como por encanto hacia caso al canto del solitario niño, que decía: Lindo pececito, si quieres jugar todos mis juguetes te los voy a dar y el pez, recordaba lo que sus padres le decían.

Sin embargo, el hermoso pez tenía un reto con su papá - líder de aquel hermoso río - afluente de agua para miles de personas, quien lo veía como débil por su tamaño, y el pez quería brillar más, por sí solo y no porque era el hijo del gran pez, y además su protegido.

Por ello, cada tarde se alejaba más de su zona familiar y se acercaba a aquel niño llamado Sebastián, quien lo tocaba y jugaba con él, hasta que un día, el pez acepto ser atrapado y llevado de las hermosas y cristalinas aguas del río, a una esfera de cristal, abandonando lo hermoso de cambiar, de dejarse llevar por la suave corriente de la vida.

Así pasaron algunos años, y el pez llenó de colorido la habitación del solitario niño, quien a diario le atendía, le daba de comer y se preocupaba por su bienestar. Pero, el pez necesitaba crecer y disfrutar la sensación del agua dulce rozando su cuerpo, nadar a sus anchas, al no hacerlo, giraba en un mismo círculo, llegando a confundirse al máximo, y se quedaba sin hacer nada, a pesar que el niño lo llevaba al río en su esfera. Entonces, necesitaba alivios temporales, como una canción, la presencia del niño o algunas gotas medicadas para olvidarse por un instante de sus circunstancias, producto de aquella decisión de hacerlo a su manera.

El pueblo creció, paso algún tiempo y el pez necesitaba más espacio para vivir no era suficiente su esfera de cristal, sentía que se asfixiaba. Así que, una mañana cuando Sebastián llevó su pecera cerca del río, el pez se armó de valor, consciente de su compromiso de vida, y saltó de la gran esfera donde se encontraba con un solo propósito volver al río de la vida. De inmediato, al dar el salto, ese instante de cambio de conducta del pez, hizo que el niño lo llevara de vuelta al gran río.

Al pasar los días se dio cuenta que ya no le eran necesarias las gotas medicamentadas, ni Sebastián, ni la canción, ni la esfera, porque finalmente entendió su propósito empezó a vivir en el aquí y el ahora, y no se opuso al cambio, ni mucho menos a la tradición de ser un pez que vive en agua dulce en compañía de sus iguales. Recupero su poder y se dio cuenta de las consecuencias de vivir para otros y retando a otros, dándose cuenta que, la mejor forma de hacerlo es reconociendo en las diferencias la virtud, y la suya era la del valor!

Que vivan los que salen de la esfera y entran a vivir sintiendo cada sonido, disfrutando del agua, de lo dulce, de la brisa, de las piedras, y hasta del canto desde afuera, sin dejar de escuchar la voz más importante, la suya!

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