jueves, 12 de enero de 2012

María Bethania




Hace mucho tiempo en un lugar lejano, lleno del verdor de los árboles, con el aroma de las flores coloridas, se sentía el cantar de una niña muy especial, su nombre, María Bethania.

Ella vivía con su mamá y sus hermanos, su papá se había ido lejos y aún así ella se sentía feliz, cantaba y hacía mil cosas con sus manos, lazos de colores para recoger su cabello y el de sus amigas.

Todos los días iba al colegio para aprender y jugar, cuidaba y protegía a sus hermanos más pequeños, así pasó el tiempo y cumplió 11 años, en ocasiones, le decía a su mamá que se sentía cansada, tenía sueño y no sabía que le pasaba.

Su mamá, se molestaba pensando que era una excusa para no hacer sus deberes, sin embargo un día María Bethania decidida le dijo a su mamá: “no puedo más, me siento débil”.

Su mamá al día siguiente la llevó al médico y le hicieron un examen de rutina, al ver los valores en su sangre, hicieron otro examen, descubriendo algo, María Bethania, tenía una enfermedad, se llamaba Leucemia.

La decisión fue actuar de inmediato, salieron del lugar lejano lleno del verdor de los árboles y se fueron hasta la gran ciudad, en donde había un hospital muy especial, con médicos preparados que ayudarían a María Bethania a superar su enfermedad.

Así que día a día, nuestra bella María Bethania recibía su tratamiento, siempre bajo el amparo de su madre, quien la alentaba a seguir en pie para cumplir todos sus sueños.

Así pasaron 21 días, su cuerpo no resistió y tuvo una complicación, sus órganos se comprometieron y ya era muy difícil respirar. A su alrededor se creó una red de ayuda, para fortalecerla, sin embargo, ella manifestó que estaba muy cansada, que quería un alivio para su cuerpo.

Así que acostada, y monitoreada con múltiples equipos, y exhausta de respirar, recibió la visita de alguien que llegó a acompañarla en su despedida, porque simplemente subiría a otro espacio de tiempo, sin más dolores.

La acompañante la miró con compasión, vio sus ojos, y vio a miles de niños, todos en ella, lloró su dolor, le dijo que no sintiera temor alguno, porque todo estaría bien. Pidió que le mojaran sus labios, calentó el frio de su piel y llena de un inmenso amor, le dio fortaleza con palabras suaves, le habló con la certeza que todo estaría bien y que repitiera “Jesús en ti confío”.

Entonces así, era la hora, se abrió el círculo de luz ante sus ojos, se sentía el susurro, María Bethania ya confiada con palabras de fe en su boca y pensamiento, decidió subir la escalera que la llevaría a la tranquilidad, soltó las manos de su madre.

El momento de la despedida terrenal, es como el nacimiento está rodeado de de luz, es un camino y como dice Eclesiastés 3:1 y 2 “Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: Su tiempo de nacer y su tiempo de morir”.

Finalmente subió la escalera hasta el cielo, ahora ella está tranquila.

Y hoy honro su vida y su valentía.

domingo, 1 de enero de 2012

Observo

Entrando a la habitación se disipa mi temor,
estás ahí una vez más, esperándome sin pensar.

Yo no sé si volver o dar marcha atrás,
sin expectativas me dejo llevar,
todo se nubla, unidos ya.

Tu mirada limpia me hace pensar que segura voy a estar.
Encantado por mis labios y mi piel, te observo, parece ser un efecto que no puedes controlar.

Mi olor te atrae, mi caminar te hace estallar y yo sólo te observo.
Yo no sé, si volver o dejarme atrapar, sólo te observo.
Salgo de la habitación y ahí, ya no estás.