martes, 25 de mayo de 2010

Tocando la grandeza de Jesús, a través de mi hija

Relato de un milagro familiar


“La vida no es lo que uno vive, sino como lo recuerda para contarlo”. Gabriel García Márquez


Ser madre para mí, es sin duda una bendición, estoy segura que es la manera perfecta que tiene el hombre para ser creador a través del amor, de un milagro inexplicable, dar vida.


Esa extensión de ti y de los tuyos, tu hijo, ahora latiendo en el mundo y para el mundo por la gracia divina de Dios, durante unos anos depende de tus cuidados y el de la familia


De pronto, y a pesar de tus cuidados ocurren situaciones de salud, que implican la ayuda de expertos, médicos conscientes del valor de la vida, ante el riesgo cierto que esa extensión tuya con el mundo, ese ser tan pequeño se extinga.


Hace menos de un mes, pasamos por una situación difícil, la cual siento, asumimos con valor y entereza; nuestra única hija Camila de sólo cuatro anos, padeció el dolor que representa una apéndices aguda con peritonitis generalizada, un cuadro bastante serio. En cuestión de minutos nuestra vida cambio.


Al momento de llevarla al quirófano, me despedí de ella y bendije a sus médicos en voz alta, deseando que a través de sus manos todo saliera bien. La operación resultó todo un éxito, sin embargo algo inesperado ocurrió. Sus pulmones no reaccionaron al ser desentubada, no podía respirar sin la ayuda de aparatos. Aún no conozco los detalles internos de lo que realmente ocurrió, lo cierto es que luego de ser intervenida nos dijeron vístanse ya pueden pasar a verla a recuperación, y estuvimos alrededor de dos horas de pie esperando que nos llamaran. Al entrar a la sala, estaba dormida y al parecer no despertaría pronto, sólo reaccionaba con ciertos estímulos externos del médico anestesiólogo, quien se quedó hasta muy entrada la noche.


Ver en riesgo esa vida, producto de tu amor, de tu decisión y de tu entrega, es simplemente agobiante, al ver que no respondía a mis llamados abrí sus parpados a ver si me encontraba con sus ojos brillantes y siempre despiertos, sin embargo no estaba…., su pupila había desaparecido. Recuerdo esa escena y parece que me envolvieran sus ojos, convirtiéndose en una espiral o más en un espacio del que soy parte con el bello color de sus ojos marrones de tigre caminando a través de ellos.


Ella, al parecer con mi presencia mejoró su respiración, al ver esta reacción el médico me pidió que la cargara en brazos, y dijo: “Las mamás son mágicas”. Yo, asombrada alce a mi hija en brazos con su cuerpo lleno de aparatos, la sonda nasogástrica, el oxígeno, y acabada salir del pabellón…. estaba temerosa de cargarla, pensé podía estar muy sensible al dolor. Al tenerla en los brazos, le hablé y le expresé sin muchas palabras mi sentir, mi latir y mis deseos que despertara pronto. Al cabo de unos minutos la acosté, y ya no me aparte de ella, ni un solo minuto.


Toda la noche estuvo en la sala de recuperación, su padre de pie del otro lado de la sala esperando su reacción, sólo uno podía estar con ella. La cara de los médicos y enfermeras era de compasión, parecía que todos querían decir algo. Una de las enfermeras me contó lo que ocurrió: “…al terminar la intervención, no respiraba y tuvieron que reanimarla, estaba cianótica”. Al decirme esto, yo estaba como en shock tratando de manejar tranquilidad en ese momento, no dije nada… era como si no hubiese aceptado eso que me dijo.


En la mañana muy temprano al llegar los médicos fue evidente la preocupación en sus caras, me imagino que la mía era de confianza total en lo que me sugirieran, ellos tenían el conocimiento para actuar, yo sólo tenía temor y algo que descubrí después. Al ser evaluada por el médico intensivista, no había duda estaría mejor con los cuidados de la UCI y no en la habitación, la habitación no estaba dotada de los equipos de monitoreo constante. Al decirme eso, sólo quería correr, arrodillarme y gritar….. pero no lo hice, mi hija me necesitaba en calma, y ella estaba consciente podía hablar con todos, pero no podía respirar sin equipos. Se le desarrollo una neumonía bilateral, con complicaciones en el pulmón derecho.


Se la llevan a la UCI, al ir en camino allá miré a los ojos a mi esposo y no sabía qué hacer, sin embargo, él me dio seguridad y me dijo que todo saldría bien. Recuerdo la cara de familiares abrazándome en la distancia y llorando conmigo en silencio (Ylmer, Solange, Desiré, Gladys, Lisbeth). Me llené de valor y entré a la UCI, ya ella estaba adentro. Cuando la vi en la cama número cuatro, pensé que la iba a perder y en ese instante, mientras caminaba hacia donde estaba, miré hacia arriba y le dije a Dios “haz tu voluntad”, con toda la humildad que puedo tener. Ahí la entregue a nuestro creador. Descubriendo mi confianza en él, en esa energía que nos une a todos.


Al quedarse dormida salí de la UCI, y me encontré con mi Tía Zaida, que estaba muy alterada siempre a mi lado, a mi mamá con su rosario; al verla fue mi mejor calmante, estaba serena y me dijo: “ella se pondrá bien”. Yo quería llorar, y lo hice, al fin podía hacerlo. Subí a la habitación y me acerque a la ventana y le dije a mi esposo que le pediría a La Chinita. Me senté un instante y lloré.


Estaban presentes nuestras familias convertidas en una, católicas y cristianas en oración, cada cual a su modo. Nuestros amigos llegaron, llamaron de todas partes, cada cual aportando lo suyo (gracias Nelson T, Euclides, Rita, Robert, Gerardo, Gipsy, Pedro A, Ana I. Rosalinda, Franco, Carolina, Carol, Ivelice, Maria Eugenia, Mariana, Ida C., Carmen de B. Maribel, Nora, Mary, Tía Ida, Tía Chere, Vanesa, Tía Yola, Tía Susana, Angela, Iriam, Andreita, Daniela, y muchas otras personas que ahora se me escapan), rezando a su santo, a sus ángeles, invocando la energía creadora, orando y orando. Las mamás de las compañeras de colegio de Camila se acercaron, su maestra Carolina en un gesto amoroso también. Todo nuestro entorno nos acobijo, al igual que el amor y la fe de cada cual, eso nos dio fortaleza, por eso hoy quiero agradecerles infinitamente su presencia en ese espacio de nuestra vida, una prueba que da muestra del poder de la fe.


La invisible conexión de tranquilidad de las madres con nuestros hijos


De todas las cosas que me impresionaron, hubo una especial y fue que mientras Camila estaba dormida conectada a los monitores de la UCI, su frecuencia respiratoria estaba alterada y al sólo cantarle sus canciones de cuna y de vida favoritas se normalizaba.


Nuestra hija se portó valientemente, en ningún momento se quejó colaboraba en todo lo que debían hacerle, conversaba con sus médicos y enfermeras. Al llegar la noche en la UCI me pedía que, buscara el carro y nos fuéramos, ella ya se quería ir.


Le gustó mucho el libro que le dejo Emma y el peluche de la Tía Glenda, así como la conversación de maquillaje con Deissy, las enfermeras le hicieron globos de guantes y estaba tranquila. Llegó la hora de la visita de mediodía y pudo pasar su papá y su abuela, ella estaba dormida, para mi estaba genial (la había visto la noche anterior) para ellos estaba complicada.


Sus tías se movilizaron junto a su abuela Inés muy angustiada por no estar presentes, tomaron el primer vuelo desde Caracas, llegaron justo a la hora de la visita en la tarde pudieron entrar y verla, su cara era de angustia y preocupación. Algunos pudieron hablar con ella.


Luego nos quedamos papá y mamá con ella, y hubo un momento en que temimos, se quedó inerte mirando hacia arriba en un punto definido, no respondía, le pase las manos por los ojos tratando de que parpadeará y no lo hizo. Después de instantes de angustia, volvió su mirada a nosotros. Bendito seas por siempre y alabado.


La pasaron a su habitación, estaba respondiendo muy bien, y siguió haciéndolo. Fue muy valiente, aunque ya después de varios días no quería más agujas.


Le hizo bien su baño y la compañía de Mariangel. Ese mismo día el 8 de abril, arreglamos su cuarto con globos, y pegamos en las paredes los dibujos que llevaron sus amigas del colegio, se sentía otro ambiente. Flores, peluches, juguetes estaban en toda la habitación.


Decenas de personas nos acompañaron, a todos GRACIAS.



El poder de la Fe


Las personas que me conocen saben como soy, sólo afirmo algo cuando estoy convencida que es cierto y en la última radiografía de pulmones de Camila, la imagen de la Corona de la Virgen de Chiquinquirá y el niño, con su trono se dejan ver en el pulmón derecho (el que tenía más comprometido), sin lugar a dudas. Al día siguiente del alta médica, fuimos a la Basílica, agradeciendo a la Chinita.


Dios obra milagros y usa cualquier vía para mostrarte.


Ya en casa, Camila sorprende a su abuela Dalcia diciendo que Jesús es muy bello y alto. Posteriormente, estando conmigo al terminar de rezar en la noche me dice que vio a Jesús, Jesús y Jesús, le pregunto qué en dónde y me responde que en el cielo, y además que estaba vestido de beige y le habló. No seguí preguntando y ella no quiso agregar algo más.


Después le dijo a su papi: “vamos a dormir un sueno maravilloso aquí (señalando la cama), como cuando dormí con mi abuelo Jesús, él se acostó conmigo y me cantó”.

A su abuela Inés, también le dijo que le contaría algo, que habló con Jesús.

Camila tiene cuatro anos y es difícil que una niña (por lo menos las que conozco) tan pequeña relate episodios como estos, por lo que concluyó conmovida que Dios Existe y Jesús está presente con nosotros.


Acepto la gracia que derramó, sobre mi hija y sobre nuestra familia y agradezco cada día y en cada momento que puedo su presencia.


Gracias por los regalos concedidos


Jesús, aquí estoy!


La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11:1).




Joicie Castillo

viernes, 15 de enero de 2010

Carencias con matiz feliz

Esta noche conversando con algunos familiares y amigos cercanos se inició la conversación sobre los recuerdos de transporte universitario en Maracaibo. Varios de los presentes de más de 40 anos, hicieron alusión a lo carente del dinero un (01) bolívar para pagar el autobús o comprar algo para sostener el cuerpo en las horas de estudio. Se colaron historias de cada cual, de amigos solidarios, de vecinos pendientes de los muchachos del barrio, de hombres y mujeres profesionales, que sacrificaron muchas cosas consideradas como lujosas (ropa, zapatos, accesorios y otras cosas) en las que sencillamente no podían tener.

Siguió el relato de una de los presentes, en la que un día tuvo clases hasta las diez de la mañana y espero hasta las tres de la tarde para que llegara su ruta; y la ruta llegó pero por un descuido la dejo. Se quedo entonces, sentada esperando el próximo autobús que llegaría 7 horas después, porque sencillamente no tenía otra forma de irse, sólo le quedaba llorar y esperar que llegará el otro.

Esta misma persona orgullosa de donde viene, toca las fibras de la sensibilidad de los presentes cuando señala, que en su casa no había ni siquiera piso, era sólo arena, comían cuando había algo para los nueve hermanos. Su mamá limpiaba en casas de familia por día, y del almuerzo que le daban se lo traía y lo compartía para todos. Cuando no había nada, les pedía que se bañaran y se acostarán a dormir para evitar que sintieran el dolor del hambre y evitar ver a sus hijos llorando.

El padre de los niños, un hombre simplemente irresponsable de esos que pululan en la sociedad venezolana cargado de un machismo generado por las mujeres que aguantan estas lesiones que las afectan no sólo a ellas, sino a su descendencia. Sin embargo, no hay malos recuerdos para quien lo vivió.

Se le llenan los ojos de brillo al traer a nuestro presente que su grupo familiar (su mamá y sus 8 hermanos) iban dos veces al año a los caballitos, pero aclara, “no a subirnos, sino a ver a los otros niños disfrutar de las atracciones del parque”. Luego su madre los embarcaba en el autobús hasta la plaza Urdaneta en Maracaibo, en donde podían utilizar el pasamano del puente entre las fuentes como tobogán, lo disfrutaban mucho, corrían y subían pequeñas montanas de tierra. El refrigerio eran botellas de Coca Cola, cargadas de agua y algún sobre de jugo, pan y más nada. Asegura que al regresar iban felices y con sus ropas sucias.

Al lograr captar toda la atención, continúa la mujer de risa alegre y cabellos negros despeinados, habla sin tapujos, simplemente es, y ya.

La mujer de pelo negro sigue su relato, y nos señala que en la navidad el niño Jesús llegaba cargado de palos de escoba con tapas de latas de leche y un clavo, el cual giraba y disfrutaban los niños para caminar por el patio o mientras iban a hacer alguna compra en el abasto, o simplemente a vender dulces con sus hermanos.

Entre uno de los valores familiares a pesar de las carencia materiales destaca, lo educados que eran a pesar del analfabetismo materno; ella se iba a trabajar, pero antes los dejaba en el colegio público de la zona y en las tardes los inscribía en el YNCA, en donde todo era gratis. Los niños aprendieron a bailar, a pintar y a moldear cosas y así algunos llegaron a la Universidad, logrando graduarse.

Sus hábitos de limpieza eran estrictos, así como las tareas domésticas cada cual hacia lo suyo. A pesar de no tener piso, tenía que ser barrido diariamente. El patio debía estar en orden con las marcas del rastrillo en la arena.

Los fines de semana eran divertidos, especialmente cada quince días cuando su mamá los llevaba de picnic en el terreno enmontado al lado de su rancho, los dejaba que caminaran para recoger palitos con el objeto de encender fuego y montar ahí la olla para el hervido del domingo. Esta era una forma libre y auténtica de ensenar a los niños que la vida a pesar de las adversidades es bella y que la unión y el compartir en familia son importantes.

Hoy en día muchos de los hijos de estas personas por no conocer las carencias no le dan el justo valor a las cosas, pensando que lo tienen porque se lo merecen y ya y hacen sus exigencias sin más reparos que un yo quiero.

Es hora que mostremos a nuestros hijos que todo lo material que tenemos es importante, y cuesta dinero, tiempo y dedicación conseguirlo, pero sin duda lo más importante es tener el amor y la dedicación de unos padres dispuestos a compartir valores y a ensenar principios que los sostengan de pie hasta el final de sus días.

Gracias Yaneth, por tu historia.

martes, 12 de enero de 2010

Una bella mujer

Dedicado a Ruth

En este hoy quiero dejar claro que este relato es mi recuerdo.

Al inicio de la historia era la número 7 de la familia, 11 mujeres conformaban su núcleo más cercano, así que aprendió pronto de la vida y de las diferentes personalidades.

Ella se destaco por su altivez y elegancia natural, la piel suave, radiante, el cabello abundante se dejaba caer sobre sus hombros. Creció siempre rodeada de halagos y de acosos varoniles, incluso de quienes no debían. Aprendiendo a sortear estos eventos, se hizo mujer y se enamoró perdidamente del hombre ideal para ella en ese momento, deportista, joven y aparentaba un futuro brillante, tomo la decisión, se casa. Su boda fue sencilla, la disfruto. De esa unión nació una niña muy querida, especialmente por la madre de la número 7.

Al pasar algunos años, tienen una segunda niña y el hogar se llena de alegría. Sin embargo, esta dicha no dura mucha, quizá motivado al ímpetu y los sueños de juventud, la incomprensión y la falta de confianza de ambos, hizo mella en la relación que la sostenía y la da por terminada. Se divorcian.

En ese limbo amoroso tiene su primera gran decepción, la ruptura la impulsa a trabajar a salir adelante y la lleva hacia caminos nunca explorados, hacia otros países el Sur que como un eco constante parece llamarla, la fuerza de la madre tierra la lleva hasta el Perú. Allí, conoce a otro hombre importante en su vida, que le muestra otra cultura, otros paisajes, y le llena de alegría el corazón. Trae la belleza artesanal de ese país y empieza a comercializarla, como una gitana se mueve de un lado a otro, feliz con el sólo roce del tiempo.

Su blanca y brillante sonrisa cautivadora escandidla a su alrededor, nacen nuevos motivos. Sigue rumbos, sin detenerse, como si el tiempo pasará muy rápido y quisierae aprovecharlo todo, le gusta la música. Recuerdo siempre su voz tarareando las canciones de Willie Colón, Oh que será y Gitana, Gitana. También melodías de Julio Jaramillo.

Su vida siguió, entre viajes, ventas, risas, bailes, y amores. Amores que luego de los cuarenta se tornaron intensos y tormentosos, se aprovechaban de su habilidad para generar ganancias, para apropiarse del lugar que pisaba, la saquearon física, emocional y monetariamente. Se refugió en sus creencias, y llegó la soledad y ella aún radiante, luciendo espléndida y aún cautivadora.

Pero, la sonrisa cesó, el silencio invadió su cuerpo, su mente; emergieron voces escondidas y las creencias que algo malo vendría por las manos de una mujer herida por el amor de un hombre se apoderaron de ella. Sus fantasmas mentales salieron, dejó de comer, por soledad, por falta de apetito. Se encerró a sí misma. Un ser libre dejó de ser lo que era en esencia, una aventurera exploradora, las rejas de un cajón parecen atarla y marcarla completa; su piel, su cuerpo como por arte de magia, se invade arrugas, su mirada se vuelve inquieta, su sonrisa estruendosa. Cuando la precisas, busca con timidez reconocimiento.

Así pasan los días…. Hasta que de pronto, ocurre algo…… se olvida de su vida, los recuerdos van y vienen. No hay ahora, ya no lo recuerda, habla con los suyos de antes, asegura verlos y estar con ellos.

Sin embargo canta sus canciones de siempre Julio Jaramillo sigue en su mente, aunque no recuerda mucho, sigue la melodía aunque pregunta como una niña, que aún no se aprende la lección: Cómo es qué es?, Sé ríe de sí misma.

Necesita ser cuidada con amor, aunque sólo recibe cuidados básicos. Su descendencia está, pero el ajetreo cotidiano parece invadirlos del desapego.

Desde afuera sólo veo la oscuridad de su espacio, el sonido del radio y su sonrisa ahora ingenua, sufriendo una y otra vez por eventos que ya pasaron, ausencias superada, que no recuerda y al preguntarlo los revive.

Su petición, no se olviden de mí.

Su nombre es Ruth Mariana